Bolivia Extrema
lunes, 6 de diciembre de 2010
Festival de Tinku
Durante cientos de años, los indígenas de los altiplanos de Bolivia han viajado a Sacaca a principios de febrero. Bailan, beben chicha, bebida fermentada elaborada de centeno, y luego pelean entre sí hasta que la sangre mancha los callejones de tierra.
El ritual, llamado tinku, palabra que significa “encuentro” tanto en aymara como en quechua, alguna vez fue común en todo el mundo andino, previo a la llegada de los conquistadores. Los antropólogos dicen que ahora sobrevive débilmente sólo en la aislada zona de Bolivia donde se encuentra Sacaca, siete horas al sureste de La Paz en autobús por una accidentada carretera de terracería.
Para disgusto de los sacerdotes católicos a quienes les gustaría ver al tinku como cosa del pasado, los funcionarios políticos de la localidad quieren que sobreviva.
“El tinku es un acto sublime y hermoso”, dijo Wilson Araoz, alcalde de Sacaca y alto funcionario del Movimiento Indígena Popular, partido que forma parte de la coalición que apoya a Evo Morales, primer presidente indígena de Bolivia.
Envalentonado por los esfuerzos de Morales para fortalecer las culturas indígenas de Bolivia, el partido de Araoz es una de varias organizaciones políticas que presionan para conservar tradiciones en peligro, como el tinku.
Nadie niega que el tinku puede ser dañino, al menos físicamente. Los enfrentamientos, aunque son parte un ritual que incluye música y baile, están de lejos de ser organizados, y son más una riña callejera que una pelea de boxeo.
No todo el mundo participa. En su mayoría, son hombres de un mismo tamaño y edad quienes se enfrentan a puñetazos, aunque algunas veces también las mujeres entran a la reyerta.
En ocasiones, los espectadores intervienen para detener combates que se vuelven demasiado disparejos.
Nadie murió en el tinku de este año, pero definitivamente fluyó la sangre. Algunas de las peleas se convirtieron en riñas generalizadas en las que se lanzaron piedras acompañadas de gritos de agresión en quechua y aymara.
Algunos de los contrincantes podían perder el sentido, aunque no se sabe si por las contusiones o de la chicha.
Los antropólogos dicen que el tinku representa mucho más que combates. Sin embargo, las peleas, con frecuencia entre miembros de comunidades diferentes, pueden ser una forma de confirmar o defender propiedad de tierras o traer buena suerte en época de cosecha.
También es una oportunidad para que los jóvenes se pavoneen frente a las mujeres. Es frecuente que en los tinkus se conozcan parejas y se sabe de matrimonios que han surgido de ellos.
Tristan Platt, director del Centro para Estudios Amerindios en la Universidad de St. Andrews en Escocia, dijo que los orígenes del tinku eran difíciles de precisar, aunque las comunidades indígenas podrían haber practicado algo similar desde el año 1100. El hecho de que la violencia comunal sea periódicamente canalizada quizá sirva para reducir conflictos, dijo.
Han ocurrido actos inusitados de canibalismo, dijo Platt, y los participantes piensan que el ritual está legitimado por la eucaristía Católica, que les permite creer que comen la carne de un ser humano divino.
“Lo hago porque es divertido”, dijo Esteban Lisidro Aguilario, de 20 años, entre turno y turno de tocar en su pinquillo, flauta hecha para la ocasión, el ritmo del baile tinku .
Los líderes de Sacaca esperan que su ritual pueda convertirse también en una atracción turística.
“El tinku es como un psicólogo que nos ayuda a superar nuestros traumas”, dijo Osvaldo Echeverría, funcionario cultural de Sacaca. “Tenemos mucho que aprender sobre el mundo, pero el mundo también tiene mucho que aprender de nosotros”.
Video Festival Tinku
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